viernes, 30 de octubre de 2015



Paseo de otoño por el río Junez


Sábado, 24 de octubre de 2015

















Tras un breve receso, salimos de Luna en dirección a Biel y tomamos la pista que nos acerca al castillo de Obano, mejor diremos, los restos que han perdurado: una esbelta torre de gruesos muros rematada por desmochadas almenas, que en el siglo XI vigilaba el camino entre Ejea y Huesca en el límite fronterizo entre el Aragón cristiano y los territorios musulmanes de Al-Ándalus. Sin vadear el río hacia Yéquera, seguimos aguas arriba el río Junez.















Antes de llegar a Junez, a nuestra izquierda  está el cabezo donde se edificó el castillo de Hispaniés. Mariano, como buen todoterreno, nos llevó monte a través hasta la importante posición cristiana del siglo X. En la ladera, escondida entre la vegetación está la ermita de san Pedro, con sus tres arcos apuntados que se apoyan sobre los arruinados muros. Desde aquí, la subida es más cómoda. Ya en el cerro, se ven los sillares que lo amurallaban. Allí hay un aljibe con una angosta abertura que permite deslizarse dentro  para contemplar una bóveda de medio cañón perfectamente conservada. 















Regresamos al camino y seguimos la pista hacia Lacasta. Dejamos a  nuestra derecha el deshabitado Junez que sobresale por encima del río de su nombre. Nos dice Carmen que ahora viven una o dos parejas de neorrurales. Comemos al lado del río acomodados sobre la hierba agostada. La bota de Rodolfo siempre dispuesta a pasar de mano en mano.















Las carrascas y los pinos  contrastan con la vegetación de ribera. Sobresalen los amarillos chopos, titilantes con la suave brisa. Los madroños empiezan a tomar color, casi no se aprecia el rojo que hace tan apetecible su fruto. Los endrinos ya están maduros. Manos ansiosas los acaparan, se llenan bolsas; luego, macedarán en aguardientes anisados. Los probaremos en las navidades. Los membrillos todavía no están maduros, pero huelen tan bien...















Hemos llegado a Lacasta, deshabitado y ruinoso que, como Junez, nunca conocieron la luz y el agua en las casas ni tuvieron buenas comunicaciones. En lo más alto del pueblo, agarrada a la roca, está la iglesia románica de san Nicolás de Bari. Según García Omedes, los capiteles de la portada principal son del Maestro de Agüero o su taller. Es curioso el acceso a la espadeña por medio de un semiarco de medio punto, que se apoya en lo alto del ábside.


















Regresamos. Pies cansados. Un refresco, un café, amena charla. Nos despedimos hasta la próximo excursión. 







Fotos de Hortensia