martes, 20 de marzo de 2018



Aguatón 
y La Caridad



 Sábado, 17 de marzo









Iba a ser el segundo intento de ascender a la peña Palomera. En febrero fue el fuerte viento el que nos desanimó y este sábado un tiempo, a la vez nivoso, frío y lluvioso, nos dejó plantados e indecisos en Aguatón. Leemos: “Aguatón es una pequeña localidad con patrimonio arquitectónico austero. La dureza de la vida en las sierras turolenses hace que los edificios carezcan de grandes ornatos y opten por la sencillez”.  Ahí está la parroquial del s. XVII, el recuperado ayuntamiento con su lonja abierta por dos arcos de medio punto -en la que nos guarecemos y dilucidamos qué hacer-, la fuente, el moderno lavadero y un singular monolito dedicado a los excombatientes de la Guerra de Cuba de 1898. Toda una seña de identidad.







La nieve apenas acaricia la tierra y una suave lluvia va borrando su huella. Así que determinamos seguir la senda del barranco de la Hoz, un agradable paseo para recorrerlo sin prisa, que sigue la vega del barranco hasta el puente de la carretera. 


Diversos paneles interpretativos acompañan el itinerario. El bosque de ribera, con sauces y chopos cabeceros siguen el cauce; luego, la carrasca se hace dueña del paisaje, algún rebollo y la gayuba rastrera que tamiza el suelo con sus diminutas hojas. En lo más estrecho del barranco, entre altas paredes, hay una poza natural que salvamos por un pequeño levadizo de madera. Leemos que la riada del 18 de julio de 1999 la desenterró, dejándola al descubierto. A partir de aquí el agua se filtra, abandonando el cauce. El regreso, unos prefieren desandar el camino y otros hacerlo por la carretera. La lluvia y el viento nos hostigan.












Almorzamos en Monreal. Larga sobremesa. Sol de lluvia, amplias nubes algodonosas corren raudas bajo un azul luminoso. Una visita rápida a los Ojos de Monreal, un caudaloso manantial considerado el nacimiento del río Jiloca. El carrizo domina casi toda la zona inundada. Lo rodean el chopo, el sauce y las sargas. La zarzamora, el majuelo o el sauco toman también su espacio. Dos cormoranes descansan sobre una rama o, tal vez, ojo avizor, esperan para capturar alguna trucha, barbo o algún otro pescado, seguramente pasan aquí el invierno. Paciente, G. se empeña en ‘cazar’ gotas de agua... ¡y lo consigue! Feliz él.














Nos esperan en Caminreal, en el Centro de Interpretación de la ciudad romana de La Caridad, ubicado en la estación de ferrocarril que unía la línea Calatayud-Valencia, inaugurada en 1901. A corta distancia, la estación nueva, inaugurada en 1933. Su construcción supuso un fuerte impulso para el desarrollo del pueblo, ya que era el enlace del tramo ferroviario conocido como "El Caminreal" que comunicaba Teruel y Valencia con Zaragoza, con vistas a enlazar con el ferrocarril a Canfranc. La estación fue proyectada por Luis Gutiérrez Soto y quedó sin uso desde 1995. En 2007 es declarada Bien de Interés Cultural. Nubes de lluvia rodean un cielo azul. La tarde ‘parece’ que sólo será ventosa.





















En el Centro de Interpretación de la cultura romana de Caminreal, CICAR, Jesús, didáctico cicerone, nos descubre cómo era la vida en la antigua ciudad romana de La Caridad a través de paneles informativos y reproducciones encontradas en el yacimiento (los originales están en el museo de Teruel). La ciudad, que toma el nombre del topónimo del lugar, fue fundada a finales del siglo II a. C. y destruida a raíz de los enfrentamientos entre Sertorio y Pompeyo en el primer tercio del siglo I a. C., unos 70 años, lo que ha facilitado la presencia de abundante material entre sus ruinas. Descubierta en 1983, constituye uno de los mejores conjuntos urbanos en el valle del Ebro romanizado. Apenas pudimos visitar el yacimiento. Un fuerte viento trajo nubes amenazantes. Rachas de lluvia y granizo nos hicieron desistir. De esta manera tan sutil se dio por finalizada tan singular excursión. No hubo café.



















Fotos de Gorka, Matilde, 
HortensiaJ y Josemari