martes, 26 de febrero de 2019




Peña Lucía
 Barbuñales




Sábado, 23 de febrero  







En Tardienta, el café, al lado de la plaza de la Estación. Grañén y Tramaced, dominado por una gran peña, en cuya cima se ubicaba el castillo musulmán. Tramaced significa entre dos señores: entre ambos cid. Cerca del pueblo se encuentra Peña Lucía, una de las piedras de fertilidad estudiadas por el antopólogo Manuel Benito Moliner. Tomamos la carretera de Fraella paralela al canal del Flumen. A la derecha, una balseta y una granja son la referencia para tomar un camino que rápidamente nos acerca a unos peñascos, lo que los geólogos llaman cerros testigos; es decir, los restos que quedan del proceso erosivo. El peñasco más amplio tiene una necrópolis de tumbas de bañera. Al lado está la piedra que nos interesa: Peña Lucía.



















Se trata de una roca en cuya cara meridional se ha excavado un túnel que hay que transitar agachado que va hacia la derecha y, luego, tuerce a la izquierda para llevarnos a una pequeña cámara abierta por arriba, lo que permite la iluminación natural. Para salir de la cámara, y como si de un parto se tratara, giramos para embocar la cabeza en el túnel o ‘canal vaginal’ y nacer de cabeza, como debe ser.
















Pasado Tramaced, se recorre un paisaje erosionado por el agua y el viento con caprichosas formaciones rocosas. Seguimos hasta Pertusa. La villa, situada a la orilla izquierda del río Alcanadre, fue el lugar elegido por el Imperio romano para establecer una mansio en la vía romana que une Ilerda y Osca. Para salvar el río se construyó un magnífico puente, del que solo se conservan los estribos. En un artículo publicado por Isaac Moreno reconstruyó virtualmente este puente que tendría un único arco de medio punto, comparable con el arco central del puente de Alcántara, de unos 30 m de luz y un tablero plano de 5,70 m de ancho. Los musulmanes  siguieron transitándolo, llamándolo Al-Qantara (el puente), y al río, por los numerosos puentes que lo cruzaban en su recorrido, Al-Qanatir (los puentes), hoy Alcanadre.









Estamos en Barbuñales. El pueblo se encuentra en la comarca del Somontano. Casas muy remozadas, alineadas en calles llanas que llegan hasta la plaza en que se sitúa la iglesia, siglo XVII, dedicada a San Lorenzo, decorada en su totalidad con yeserías de lazo. Una de las capillas sirvió de panteón a la familia de los Azara, cuyos miembros podían seguir la liturgia desde la tribuna cerrada por celosías.














Tiene interés especial la casa-palacio de los Azara, con fachada de ladrillo, galería de arcos bajo el alero, escudo fechado en 1879 y hornacina con busto de José Nicolás de Azara, quizá, el más valioso diplomático de Carlos III y Carlos IV, además de mecenas y coleccionista. El pintor Mengs lo retrató. Amablemente nos permiten entrar al zaguán, un amplio patio empedrado, al fondo del cual se encuentra la carroza que este utilizó en su viaje de regreso desde Roma a Barbuñales.













Pero la notoriedad de Barbuñales gira fundamentalmente en torno a la insigne figura de Félix de Azara, eminente naturalista de fama universal. Como militar fue enviado por el rey, en 1781, a que estableciera los límites hispano-portugueses en América del Sur. La misión se alargó 20 años y los aprovechó para estudiar aquellos inmensos territorios. Azara describió 448 especies, de las cuales la mitad eran nuevas. Goya lo retrató en un gabinete de estudio, relacionado con su actividad científico-naturalista.












En la mejor hora del día, tomamos el camino de Bespén. Campos y carrascas en las lindes. Una suave brisa nos trae el perfume de una granja cercana. El camino gira; al lado, una enorme gravera aprovecha el terreno semiárido. Carrascas sobre altos montículos quedan como testigos mudos. Este desciende hasta la pasarela que cruza el Alcanadre. Comemos bajo la sombra de una carrasca. Tomillos, coscojas, algunos enebros y pequeños arbustos protegen el suelo. Reposo y charrada.









Llegamos a la denominada “casa de Lizana” que conserva todavía la impronta de su estilo señorial. No hemos encontrado el sendero para descender hasta el río para mirar las llamadas “señoritas de Lizana” (se encuentran en el entorno del Alcanadre, pero en la margen derecha), dos columnas de material arcilloso, coronadas por una gran losa de arenisca a modo de sombrero que las protege del desgaste de la erosión. Nos esperaran, sin duda. El camino de Lizana a Lascellas recorre una extensa masa boscosa de carrascal prácticamente continuo bien conservado, la mayor parte perteneciente al denominado “Carrascal de Lizana”, Hay quienes quisieron conocerlo a fondo, pues la tarde invitaba a disfrutarlo.









Regresamos ligeros y acortamos el camino.  Descanso agradecido en el mirador junto a la iglesia (parece que tenemos un poco ‘tocados’ los pies). Los últimos rayos de sol se difuminan entre nubes. Despedida en Pertusa. La impresionante torre herreriana está iluminada. En el bar, disparidad, charradica y ta casa. 







Fotos de CarmenT, Hortensia, CarmenB,
 Nines, Mariano y Josemari