miércoles, 28 de febrero de 2018



Un castillo, un fortín,
 un ‘tambor’ y una rueda




 Sábado, 24 de febrero






Cuando pasamos por Quinto de Ebro nos queda en el recuerdo su larga travesía que nos hace reducir la velocidad del coche. A veces, al regreso, la inconfundible silueta de la iglesia de la Asunción iluminada en lo alto. Fue fundado por los romanos en el quinto miliario de la calzada que unía Zaragoza, la cercana Celsa (Velilla) y Lérida (Ilerda). Entramos por el arco de san Miguel, al final de la calle Mayor y principio de la de Zaragoza. Porque Quinto tiene tres arcos o portales, ss. XVII y XVIII: san Roque, san Antón y san Miguel. Son construcciones elevadas sobre las calles, a modo de capillas, sencillas y austeras, testimonio de la devoción popular. 







No es preciso añadir que san Miguel para los cristianos es el protector de la iglesia. Como jefe de los ejércitos de Dios, al rebelarse Lucifer, lo combatió, venciéndolo al grito de “Mi-ka-el” (‘¿Quién como Dios?’). Y así está en la hornacina: con coraza, espada y el diablo vencido a sus pies. Bajo el portal, pues, nos retratamos, encomendándonos así bajo la protección del primer alférez de Dios. ¡Qué día tan estupendo quedó!    











La iglesia de la Asunción, conocida como El Piquete o iglesia vieja de Quinto, fue construida con carácter defensivo sobre el solar de un castillo en el siglo XV. De estilo mudéjar, quedó muy dañada durante la Guerra Civil por lo que se decidió no reconstruir y hacer una nueva iglesia. A finales de la década de los 80, comenzaron las primeras intervenciones en el edifico, es catalogado como Bien de Interés Cultural en 2001. Todo el entorno está cuidado. Desde aquí el contraste del agua con el secano se hace más evidente. Un enclave para gozar y pensar.








Desacralizada y de titularidad municipal, albergará el primer museo de momias de España, un conjunto de cuerpos momificados descubiertos cuando se rehabilitó el interior y se levantó el suelo para instalar la calefacción. Se han localizado 70 enterramientos, 30 de ellos momificados, que datan del siglo XVIII y principios del XIX. El conjunto es importante dado que existen pocos ejemplos de ropajes populares (vestimenta, tocados y zapatos) y, además, en buen estado. No lo pudimos visitar porque el proyecto expositivo todavía no está terminado.





A unos kilómetros de Sástago, en el cerro de la Rosa se asienta el castillo musulmán de la Palma, desde el que se domina plenamente los meandros del Ebro. Tras la desmembración del Califato de Córdoba en los reinos de Taifas (s. XI), la taifa zaragozana protegió su territorio con diversas defensas y este castillo cumplía perfectamente su cometido, teniendo al Ebro a su vez como defensa natural. 
















Adaptado al terreno donde se asienta, se construyó con fuertes murallas en mampostería y tapial reforzadas con torreones cuadrados. Se conserva en un estado de conservación lamentable (está incluido en la Lista roja de patrimonio en peligro). Destaca la torre principal en uno de los extremos, que se mantiene en pie a duras penas, junto a la ermita barroca y la casa del santero (ss. XVII y XVIII). A pesar de la suave neblina, la amplia vista panorámica del río que vigila es inolvidable.















En el castillo no podía faltar el pozo con túnel que desciende hasta el río para abastecerse de agua, aunque hoy se encuentra tapado en su mayor parte, y la leyenda. La contó J. con sus matices: Una bella joven musulmana llamada Laz, hija del jefe del castillo, era deseada por un joven al que ella, al parecer, no le hacía caso. Así que este ideó un plan para acercarse. Una mañana, cuando la chica bajaba por el túnel a recoger agua, se vio sorprendida por el ladino chaval. Este la acosó y violó. El impacto fue tal, que la joven quedó yerta y convertida en piedra. El chico quedó horrorizado, salió corriendo, subió a la muralla y se clavó el alfanje en el corazón. Su cadáver rodó ladera abajo hasta el río.










El Fortín, construido en 1875 durante la tercera guerra carlista, vigilaba el río desde el cerro que asoma hacia los pueblos de Alforque, Alborge, Cinco Olivas y Sástago. Formaba parte de la línea de torres de telegrafía óptica entre Zaragoza y Tortosa. En el Bajo Aragón se construyeron una veintena de torres de telegrafía óptica, sistema ideado por el general Manuel de Salamanca y Negrete, para mejorar la defensa del Ebro ante las incursiones carlistas. Sin embargo, estas estratégicas torres apenas llegaron a utilizarse pues al mismo tiempo que finalizaba su construcción acabó la guerra. El Fortín ha sido restaurado, pero no pudimos visitarlo.










Se acerca la hora del almuerzo. Pasamos por el airoso puente que cruza el Ebro. El primer puente se inauguró en 1926. En la Guerra Civil fue dinamitado. Algunos años después se iniciaba la construcción del puente actual, remodelándose en el año 1988. En un altonazo sobre río, próxima al puente, se encuentra la restaurada torre del Tambor, una torre vigía con estructura defensiva, de planta circular, característica del siglo XIX. Desde ella se contempla toda la belleza del Ebro. Seguimos. Una breve parada en el mirador de los meandros del Ebro, desde aquí se aprecia perfectamente las caprichosas curvas que traza el río y el espléndido paisaje. A nuestra derecha podemos observar la ermita de Montler; al fondo, el castillo de la Palma y la silueta del Fortín.















Siguiendo la carretera de Bujaraloz, se accede a la ermita de Montler, llamada así en honor del penitente Juan Leer, que se recogió en el monte, donde actualmente está el santuario, para llevar una vida de oración. Así que a la Virgen que allí se colocó se le dio el nombre de Virgen de Montler , contracción de la palabra monte y el apellido del ermitaño. Se agradeció el sol y la breve siesta. A las 16:30 h tenemos concertada la visita guiada al monasterio de Rueda.








Desde diciembre de 2015 la empresa adjudicataria que explotaba la hospedería cerró temporalmente sus puertas “por reformas” y el Gobierno de Aragón tuvo que acudir a los tribunales e interponer una demanda por la vía civil para recuperarlo. A finales de enero comenzaron nuevamente las visitas guiadas al monasterio, uno de los máximos exponentes de la Orden cisterciense en Aragón junto con Piedra, Veruela y Casbas. Fue fundado en el año 1202 y declarado Monumento Nacional en 1924. 














                                                                      


La visita permite conocer la vida monacal, la organización y el funcionamiento del monasterio a través de las diversas dependencias usadas por los monjes, como la iglesia, el claustro, la sala capitular, el scriptorium, el refectorio con su singular púlpito para el monje lector, los dormitorios o la cilla, siendo una novedad la subida a la torre.  



                                                                       












Una de las características más destacadas lo constituye la red hidráulica formada por el azud y la noria que elevaba el agua del río hasta el acueducto de factura gótica que la repartía por el conjunto monástico, siguiendo las disposiciones propias de la Orden. Para finalizar, un breve recorrido por la mejana. Un intenso sol rojizo apaga la tarde. El café, en Azaila, que no en La Zaida, querido P.














Fotos de Pepe, Matilde, CarmenB, 
Nines y Josemari