miércoles, 19 de febrero de 2020




Mont Regal
Arcóbriga
Castillo de la Raya




Sábado, 15 de febrero  





Parada ‘técnica’ en La Almunia de Doña Godina. Hay tiempo para un largo café: queremos visitar el Museo del Juego y el Deporte Tradicional. El museo se ubica en el la iglesia del convento de San Lorenzo, más conocida como El Fuerte. Inaugurado en 2017, el proyecto se gestó -nos dice Daniel, cicerone de la visita guiada- con la donación de una colección de materiales por parte de Fernando Maestro, natural de La Almunia y director de un museo de temática similar en el pueblo oscense de Campo.  

























El centro está compuesto por más de 500 piezas de juegos y deportes de todo el mundo, distribuidas con un orden vital, comenzando por los juegos de la infancia y continuando por los que practican mujeres y hombres. Las piezas proceden de España, Francia, Italia, Holanda, Alemania, Portugal, Suiza, Bélgica y Reino Unido y han sido fabricadas entre el siglo XIX y el XX. En total, se exponen unas 250 modalidades de juegos y deportes tradicionales. El espacio es la sede administrativa de la Asociación Europea de Juegos y Deportes Tradicionales (AEJDT), lo que lo convierte en un lugar de referencia para el estudio y promoción de los juegos y deportes tradicionales.  












Un breve paseo. Destaca la bella torre mudéjar de la parroquial de la Asunción, tiene más de 40 metros, sus filigranas de ladrillo y cerámica adornan los diversos cuerpos del templo declarada Bien de Interés Cultural, la casa natal de Florián Rey, el Ayuntamiento, el antiguo hospital de la orden de San Juan de Jerusalén hoy convertido en Casa de la Cultura… Fue imposible volver a ver la ermita de Cabañas, Monumento Nacional desde 1978, con sus pinturas murales góticas. La llave la guarda una asociación ‘cultural’, con la que hay que ponerse en contacto antes para que el día concertado haya alguien dispuesto a acompañarte. ¡Bien por la apuesta cultural y turística de La Almunia! A pesar de la contrariedad, volveremos.  










Situada a los pies del castillo de la Raya, se encuentra la ermita de Nuestra Señora de la Torre, construida en el año 1375 con motivo de la firma de la paz de Almazán entre Pedro IV el Ceremonioso de Aragón y Enrique II Trastámara de Castilla, que puso fin a la denominada Guerra de los Dos Pedros (1356-1375). Al estar situada en la frontera entre ambos territorios se convirtió en un símbolo de la concordia, hasta el punto que los bautizados en su pila bautismal gozaban de la doble condición de aragoneses y castellanos. La singularidad que tiene el edificio es que la línea fronteriza entre los antiguos reinos de Castilla y Aragón pasa por la mitad de la nave, de tal modo que, de la pila bautismal hasta la cabecera, es de Pozuel de Ariza y de la pila hasta los pies, es de Monteagudo de las Vicarías. En las romerías los asistentes se situaban de este modo. Al estar cerrada, no pudimos ver el artesonado mudéjar de la cabecera. En el siglo XVII se reformó tal como reza una inscripción tallada en piedra en la entrada: “HIZOSE ESTA OBRA AÑO DE 1660 SIENDO CURA HDO FDEZ” (Hernando Fernández).












Junto a la ermita, sobre un altozano se levantan los restos del castillo de la Raya por su situación fronteriza entre los reinos de Castilla y Aragón. También conocido como torre de Martín González, en un principio debió ser sólo una torre de vigilancia, siglo XIV, del valle del Jalón y la frontera castellano-aragonesa. La construye Alfonso VIII para vigilar el valle del Nágima y el río Jalón y lo cede a Martín González (que le da nombre). Sobre esta torre se construyó en el XV el castillo actual. Aunque se encuentra en estado de ruina progresiva, incluido, por ello, en la Lista Roja del patrimonio, todavía se adivina su configuración.











Consta de un recinto rectangular de altas murallas, arruinadas torres en las dos esquinas del lado oriental y cubos en el centro de los muros laterales, con la torre del homenaje caída en su mitad, adosada al muro occidental, al lado de la puerta de entrada al recinto, pudiéndose observar almenas, los mechinales de las vigas que sustentaban sus tres pisos y la puerta de acceso a un cadalso exterior de madera. Frente a la torre, un foso artificial lo separa del resto del cerro. En el interior se aprecia un aljibe que también fue paso subterráneo. Junto a los soleados muros, 18º, sin viento, es el sitio idóneo para almorzar. Y una siesta silenciosa…  






Un poco antes de llegar a Monreal de Ariza, unas naves pintadas de color son la referencia para tomar un camino a la derecha que, sin desviarnos, nos lleva al cerro del Villar, donde se ubica Arcóbriga, nombre que se atribuye al culto celta al oso, y debió pertenecer a la tribu de los belos. Está fechada entre el siglo I a. C. y el III d. C. Excavada por el marqués de Cerralbo a principios del siglo XX, Los restos más significativos se conservan en el Museo Arqueológico Nacional. Posteriormente, en 1987 Miguel Beltrán revisó sus trabajos. Hace unos años se llevaron a cabo trabajos de prospección y de acondicionamiento del yacimiento para la visita, que requeriría un mantenimiento más constante.



Las dos plataformas amesetadas están separadas por una formidable muralla de factura indígena.









Las termas. Se trata de unas termas de tipo republicano, con una parte cubierta y otra al aire libre, la palestra, para practicar ejercicios físicos y juegos. El espacio cubierto se organizaba básicamente en tres salas:

Apodyterium o vestuario, tiene anexa una piscina frigidaria a la que se accede por medio de tres escalones.
Tepidarium, estancia intermedia con un desnivel en el que se encajaría el sistema calefactor o hypocaustum, que entibiaría la habitación para preparar al bañista para la sala del agua caliente. 
Caldarium o sala para el baño caliente. En ella aparecieron restos del alveus o o bañera caliente y el praefurniun u horno que calentaba el hypocaustum.






La ciudad tenía una situación estratégica, controlando el cauce del río Jalón y muy cerca de la vía romana que unía Caesar Augusta y Complutum (Zaragoza y Alcalá). Conserva su sistema defensivo formado por dos anillos de muralla que aprovechan los relieves de la meseta en la que se ubica y otro muro que cerraba la acrópolis en la parte más alta. En el primer recinto, los restos más importantes pertenecen a la llamada casa del pretorio, la basílica y el teatro, que aprovecha los desniveles del terreno, prácticamente desaparecido, y el aljibe, excavado en la misma roca, situado al lado de la muralla central.









Tras el segundo cinturón se encuentran los edificios públicos de la ciudad ya romanizada, como las termas y el templo. Las termas ocupan unos 700 m2, la mitad ocupados por el edificio con las distintas dependencias. Del templo, que está situado en la zona nordeste, apenas es visible porque la vegetación vuelve a recuperar su espacio. Se echa en falta paneles con los dibujos explicativos de los edificios recuperados, pues no basta con la imaginación. Y, sobre todo, el mantenimiento de un yacimiento que fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1931. Lo merece.












Entramos en Monreal de Ariza. Sobre la muela, el castillo de Mont Regal, fundado por Alfonso I el Batallador en 1128 y durante tres siglos y medio fue la fortaleza más fronteriza con Castilla en la ribera del Jalón. En documentos se llamó Mont Regal de la aldea Farizie (de Ariza), para ser diferenciado de Monreal del Campo, que también había fundado Alfonso cuatro años antes. Se han terminado las obras de consolidación y restauración del castillo y se van a comenzar las de la iglesia. Las vallas de protección nos impiden acceder al interior. 












Llama la atención el gran tamaño del castillo encaramado en un cerro arcilloso. Sus largos muros de tierra apisonada sobre un zócalo de piedras, se confunden con el cerro por su idéntico color rojizo. Tiene cuatro recintos escalonados, siendo el menor el más alto, que termina en una torre pentagonal, muy afilada y que difiere por su aparejo de sillería. Los dos recintos siguientes son más extensos, particularmente el tercero, en él se ubicó el cementerio antiguo. En el recinto más bajo, mirando al pueblo, la iglesia de la Asunción, que fue parroquia hasta los años sesenta. Una maravilla románica de buena piedra, a la que le ha llegado la hora de la recuperación. Los retablos y bienes muebles de esta iglesia fueron vendidos, robados, expoliados y trasladados a la nueva parroquia construida ya en el centro del pueblo.  










Tan hermoso conjunto histórico artístico, una vez recuperado, seguramente supondrá un aliciente turístico y económico para Monreal. Finis coronat opus: Torreznos, vino, infusión, café, pastas… y ta casa.


Fotos de Carmen, Matilde y Josemari