Paseo de otoño por el río Junez
Tras un breve receso, salimos de Luna en
dirección a Biel y tomamos la pista que nos acerca al castillo de Obano, mejor
diremos, los restos que han perdurado: una esbelta torre de gruesos muros
rematada por desmochadas almenas, que en el siglo XI vigilaba el camino entre
Ejea y Huesca en el límite fronterizo entre el Aragón cristiano y los
territorios musulmanes de Al-Ándalus. Sin vadear el río hacia Yéquera, seguimos
aguas arriba el río Junez.
Antes de llegar a Junez, a nuestra izquierda está el cabezo donde se edificó el castillo de
Hispaniés. Mariano, como buen todoterreno, nos llevó monte a través hasta la importante posición cristiana del siglo X. En
la ladera, escondida entre la vegetación está la ermita de san Pedro, con sus
tres arcos apuntados que se apoyan sobre los arruinados muros. Desde aquí, la
subida es más cómoda. Ya en el cerro, se ven los sillares que lo amurallaban.
Allí hay un aljibe con una angosta abertura que permite deslizarse dentro para contemplar una bóveda de medio cañón
perfectamente conservada.
Regresamos al camino y seguimos la pista hacia
Lacasta. Dejamos a nuestra derecha el
deshabitado Junez que sobresale por encima del río de su nombre. Nos dice
Carmen que ahora viven una o dos parejas de neorrurales. Comemos al lado del río acomodados sobre la hierba agostada. La bota de Rodolfo siempre dispuesta a
pasar de mano en mano.
Las carrascas y los pinos contrastan con la vegetación de ribera.
Sobresalen los amarillos chopos, titilantes con la suave brisa. Los madroños
empiezan a tomar color, casi no se aprecia el rojo que hace tan apetecible su fruto.
Los endrinos ya están maduros. Manos ansiosas los acaparan, se llenan bolsas;
luego, macedarán en aguardientes anisados. Los probaremos en las navidades. Los
membrillos todavía no están maduros, pero huelen tan bien...
Hemos llegado a Lacasta, deshabitado y ruinoso
que, como Junez, nunca conocieron la luz y el agua en las casas ni tuvieron buenas
comunicaciones. En lo más alto del pueblo, agarrada a la roca, está la iglesia
románica de san Nicolás de Bari. Según García Omedes, los capiteles de la
portada principal son del Maestro de Agüero o su taller. Es curioso el acceso a
la espadeña por medio de un semiarco de medio punto, que se apoya en lo alto
del ábside.
Fotos de Hortensia
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