martes, 28 de mayo de 2019




Revilla y Tella

Los miradores, el dolmen y las ermitas




Sábado, 25 de mayo  






El telefonino chino de R. dejó incumplida su impertinencia lluviosa. Cúmulos lanosos se dibujaban en un cielo azul. Un hatajo de ovejas se adelantaba en nuestro camino por la carretera de Francia; al paso, lo seguíamos una larga cola de coches, circunstancia idónea para cultivar la paciencia. Nuestro destino es el valle de Tella para caminar por la ruta de los miradores de Revilla, que nos permitirá disfrutar la extraordinaria garganta de Escuaín. Hay un sitio habilitado para dejar los coches, además de carteles informativos. A ver si tenemos suerte y podemos observar al quebrantahuesos, ya que esta zona está considerada como una de las mejores del continente para la observación de esta especie en su hábitat natural.  


























La senda discurre por el margen izquierdo del río Yaga en la vertiente meridional de la sierra de las Sucas. En frente, los escarpes de la mole rocosa del Castillo Mayor (2.014m) coronan las laderas frondosas. Una pasarela cruza el barranco Consusa; enseguida, unos pocos pasos nos separan del sendero y nos aproximan a la ermita de san Lorenzo o san Lorién, una construcción del siglo XI de la que poco queda; observamos los misteriosos grabados en la pared al parecer tipo religioso. Nos sobrevuelan unos buitres. Casi inmediatamente después se alcanza el primer mirador.




















Continuamos el camino, dejamos el cruce con una señal que india Revilla y nos acercamos a los miradores de Angonés, ambos sobre la confluencia del barranco homónimo y el río Yaga. Vamos al tercero, pues ambas vistas son similares, desde el cual apreciamos la magnitud de la garganta. Al fondo, la surgencia de Escuaín. Importante es el silencio… En lo alto, casi imperceptibles, dos quebrantahuesos (tal vez era el mismo) y un buitre planean sin esfuerzo. Desandamos hasta el indicador del cruce. Un fuerte, aunque corto repecho nos acerca a una zona abierta. Ha merecido la pena: las vista sobre la garganta y las montañas -Castillo Mayor, Peña Montañesa- son excelentes. Por las calizas planas surcan largos lapiaces.






















Enlazamos con el camino que une Revilla y el refugio de Foratarruego. Comida y breve siesta. Bajamos hasta el pueblo. Se han recuperado algunas casas; en una de ellas, construcción típicamente pirenaica (s. XVI), se ubica la Estación Biológica Monte Perdido. La iglesia, siglo XVI-XVII, realizada en mampostería, está dedicada a san Félix. La puerta abierta nos invita a entrar. Regresamos al aparcamiento. Nos dirigimos a Tella. 












En las cercanías de Tella se conserva uno de los monumentos megalíticos más notables del Pirineo aragonés (leo en el Heraldo que se ha hallado un nuevo dolmen, el mayor hasta ahora, en Plan, a 1.900 m de altura). Bien conservado, conocido como dolmen de Tella, también llamado “Piedra de Vasar” o “Losa de la Campa”, da la espalda a los riscos del Castillo Mayor. Fue descubierto en 1954, y en la excavación se encontraron restos óseos, lo que tal vez explicaría el uso funerario de estas construcciones neolíticas (2500-2000 a. C.).













Dejamos los coches junto al centro de interpretación del Museo del Oso de las Cavernas. Tella se encuentra a 1.340 m de altura y se articula en torno a una calle principal orientada al sur, de espalda a la montaña que la protege de los vientos fríos del norte. Esta zona cuenta con una rica tradición relacionada con la brujería. De ahí el antiguo refrán "Tella, Dios nos guarde de ella". Y quizás, por ello, las tres ermitas que visitamos durante el recorrido, se consagraron y se situaron estratégicamente para formar un anillo protector contra las brujas.  




























En la iglesia de san Martín (s. XVI), iniciamos el paseo para descubrir estas tres joyas de origen románico. Una frondosa senda de bojes, robles y pinos nos acerca a la ermita de san Juan y san Pablo, protegida por el ‘Puntón de las Brujas’ o ‘Peña de San Juan’. Ascendiendo por el sendero llegamos a la ermita de la Virgen de las Fajanillas. Es la única que tiene un campanario. Y terminamos el recorrido en la ermita de la Virgen de la Peña. Las vistas, espectaculares: el valle del Cinca, la garganta de Escuaín, la gran mole rocosa del Castillo Mayor. Apuramos la tarde. Una cervecica, charradica y ta casa. El regreso se hizo largo.







Fotos de Asun, Matilde, Teresa, Carmen y Josemari












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