Revilla y Tella
Los miradores, el dolmen y las ermitas
Sábado, 25 de mayo
El telefonino
chino de R. dejó incumplida su impertinencia lluviosa. Cúmulos lanosos se
dibujaban en un cielo azul. Un hatajo de ovejas se adelantaba en nuestro camino
por la carretera de Francia; al paso, lo seguíamos una larga cola de coches, circunstancia
idónea para cultivar la paciencia. Nuestro destino es el valle de Tella para
caminar por la ruta de los miradores de Revilla, que nos permitirá disfrutar la
extraordinaria garganta de Escuaín. Hay un sitio habilitado para dejar los coches,
además de carteles informativos. A ver si tenemos suerte y podemos observar al quebrantahuesos,
ya que esta zona está considerada como una de las mejores del continente para
la observación de esta especie en su hábitat natural.
La senda discurre por
el margen izquierdo del río Yaga en
la vertiente meridional de la sierra de las Sucas. En frente, los escarpes de la mole rocosa del Castillo Mayor (2.014m)
coronan las laderas frondosas. Una pasarela cruza el barranco Consusa; enseguida,
unos pocos pasos nos separan del sendero y nos aproximan a la ermita de san
Lorenzo o san Lorién, una construcción del siglo XI de la que poco queda;
observamos los misteriosos grabados en la pared al parecer tipo religioso. Nos
sobrevuelan unos buitres. Casi inmediatamente después se alcanza el primer mirador.
Continuamos el
camino, dejamos el cruce con una señal que india Revilla y nos acercamos a los
miradores de Angonés, ambos sobre la confluencia del barranco homónimo y el río
Yaga. Vamos al tercero, pues ambas vistas son similares, desde el cual
apreciamos la magnitud de la garganta. Al fondo, la surgencia de
Escuaín. Importante es el silencio… En lo alto, casi imperceptibles, dos
quebrantahuesos (tal vez era el mismo) y un buitre planean sin esfuerzo.
Desandamos hasta el indicador del cruce. Un fuerte, aunque corto repecho nos
acerca a una zona abierta. Ha merecido la pena: las vista sobre la garganta y las
montañas -Castillo Mayor, Peña Montañesa- son excelentes. Por las calizas planas surcan largos lapiaces.
Enlazamos con el
camino que une Revilla y el refugio de Foratarruego. Comida y breve siesta. Bajamos
hasta el pueblo. Se han recuperado algunas casas; en una de ellas, construcción
típicamente pirenaica (s. XVI), se ubica la Estación Biológica Monte
Perdido. La iglesia, siglo XVI-XVII, realizada en mampostería, está
dedicada a san Félix. La puerta abierta nos invita a entrar. Regresamos al
aparcamiento. Nos dirigimos a Tella.
En las cercanías
de Tella se conserva uno de los monumentos megalíticos más notables del Pirineo
aragonés (leo en el Heraldo que se
ha hallado un nuevo dolmen, el mayor hasta ahora, en Plan, a 1.900 m de altura).
Bien conservado, conocido como dolmen de Tella, también llamado “Piedra de Vasar” o “Losa de la Campa”, da la
espalda a los riscos del Castillo Mayor. Fue descubierto en 1954, y en la
excavación se encontraron restos óseos, lo que tal vez explicaría el uso
funerario de estas construcciones neolíticas (2500-2000 a. C.).
Dejamos los coches
junto al centro de interpretación del Museo del Oso de las Cavernas. Tella se
encuentra a 1.340 m de altura y se articula en torno a una calle principal
orientada al sur, de espalda a la montaña que
la protege de los vientos fríos del norte. Esta zona cuenta con una rica
tradición relacionada con la brujería. De ahí el antiguo refrán "Tella,
Dios nos guarde de ella". Y quizás, por ello, las tres ermitas que
visitamos durante el recorrido, se consagraron y se situaron estratégicamente
para formar un anillo protector contra las brujas.
En la iglesia de
san Martín (s. XVI), iniciamos el paseo para descubrir estas tres joyas de
origen románico. Una frondosa senda de bojes, robles y pinos nos acerca a la ermita
de san Juan y san Pablo, protegida por el ‘Puntón de las Brujas’ o ‘Peña
de San Juan’. Ascendiendo por el sendero llegamos a la ermita de la Virgen de
las Fajanillas. Es la única que tiene un campanario. Y terminamos el recorrido
en la ermita de la Virgen de la Peña. Las vistas, espectaculares: el valle del
Cinca, la garganta de Escuaín, la gran mole rocosa del Castillo Mayor. Apuramos
la tarde. Una cervecica, charradica y ta casa. El regreso se hizo largo.
Fotos de Asun, Matilde,
Teresa, Carmen y Josemari
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