lunes, 11 de noviembre de 2019




El chopo cabecero de
Aguilar del Alfambra
y las icnitas de Abajuj




Sábado, 9 de noviembre   













Estacionamos los coches junto a la fuente-abrevadero -sin connotación alguna- de Aguilar del Alfambra. Recostada en la ladera y cara al mediodía, resguardada del cierzo, la iglesia parroquial de san Pedro domina visualmente el pueblo (1.302 m). Mochilas y bien abrigados, el camino nos acerca hasta el puente que cruza el río Alfambra. Nosotros seguimos a través de un bosque de ribera compuesto principalmente de centenarios chopos cabeceros, que nos invitan a un agradable paseo hasta el viejo molino arruinado y el paraje del Estrecho, donde las aguas del Alfambra abren una brecha para discurrir encajonado entre altas paredes calizas que dibujan una impresionante hoz. En lo alto del cerro, la ermita de la Virgen de la Peña, mirador excepcional.

















Los chopos cabeceros (Populus nigra) que siguen el curso del río y barrancos, constituyen una de las arboledas más singulares de Aragón y son el eje del Parque Cultural del Chopo Cabecero del Alto Alfambra. Declarado en 2018, protege de este modo el patrimonio natural y cultural que supone este peculiar ecosistema, tan original como desconocido, que se ha construido a lo largo de los siglos por la acción combinada del hombre y la naturaleza.   




 
El viejo chopo cabecero del Remolinar representó a España por primera vez en el concurso Árbol Europeo del Año 2015, siendo elegido en tercer lugar, por detrás del candidato de Estonia, que quedó el primero, y el de Hungría, en segundo lugar.






Trasmochados mediante la poda o escamonda de sus ramas cada 10 o 15 años, por encima de una altura suficiente para que los nuevos brotes queden fuera del alcance del ganado, con el objetivo de conseguir vigas y leña. Esta poda los convierte en árboles longevos y monumentales, con una morfología peculiar: tronco bajo, muy grueso y de corteza rugosa, y una protuberancia callosa en su coronación que le da el aspecto de ‘cabecero’ y de la que parte un haz de largas y rectas ramas.






















Desde el paraje del Estrecho de la Hoz, ascendemos al alto del cerro. Allí se ubican las ruinas del castillo (s. XII) y la ermita de la Virgen de la Peña (s. XV). El castillo de origen musulmán, una vez conquistado, sería pronto abandonado por los cristianos una vez que la frontera avanzó rápidamente hacia el sur. Se conservan dos muros con saeteras formando un ángulo recto en la zona más accesible. 















La ermita se construyó con materiales del castillo, empleando como sacristía la torre que defendía la entrada a la fortificación. Desde el mirador se aprecia el gran corte transversal de la montaña por la acción de la corriente del río que forma un espectacular cañón. El viento frío no nos da tregua. No hay lugar recogido para disfrutar de una comida en el campo. Regresamos al pueblo. Al lado del camino, un indicador nos señala lo que fue una antigua cantera de donde se sacaban piedras para amolar. En el multiservicio nos dan mesa y bebida.













Estamos cerca del yacimiento de icnitas de Ababuj, declarado Bien de Interés Cultural. Hay unos paneles instalados con explicaciones de los restos encontrados. Una pasarela en paralelo al afloramiento vertical facilita la observación de las huellas de dinosaurio que aparecen con gran claridad, casi al alcance de la mano, tienen forma ovalada atribuibles a saurópodos. Desde el mirador un profundo mar azul envuelve el horizonte.

















Fabbatux, Ababuix, Fabaux, y desde 1722, Ababuj. Conocido como el pueblo de las dos torres, la llamada Torre Vieja -una torre almenada del siglo XIV, que dominaba todo el valle alto del Alfambra-, y la Nueva, en alusión al campanario de la iglesia de Santa Ana. Desde la zona alta, nos acercamos al mismo borde del barranco del río Seco. Entre altas paredes, un hilo de agua fluye sinuoso hacia el Alfambra. La noche va cerrándose, las oscuras nubes aguardan su momento, un viento helado las retiene. En Argente, el café. La noche, fría.






Fotos de Chamela, Asun, Nines y Josemari



Mirando el mar soñé… ¡qué frío!






1 comentario:

Pilar dijo...

interesante excursión
y muy bien explicada
gracias!!