Castillo de los Ares
el Cardoso y el Peruano
Ródenas
Sábado, 16 de abril
Encontrar el
castillo de los Ares hoy no es difícil. Dos carteles situados a la entrada de
un camino agrícola, para ser vistos en ambas direcciones, nos dan cuenta del
desvío. Curiosamente, ni Guitart Aparicio en Castillos de Aragón (Librería General) lo nombraba; sin embargo,
diez años después (1988, Mira Editores) reestructuraba la obra y en el tercer
tomo nos daba noticia de él.
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Dejamos la autovía Mudéjar en Santa Eulalia del Campo. Inevitable café matinal. Retomamos la ruta camino de Pozondón. El paisaje es soberbio con una vegetación rala que cubre la planicie batida por el cierzo. A unos dos km, antes de llegar al pueblo, un cartel turístico nos señala el desvío. El camino está en buen estado y lo aprovechamos para acercarnos con los vehículos hasta el poste indicador: Pozondón (3,5 Kms), a la izquierda; el castillo de los Ares (1 km.), a la derecha; el barranco Cardoso (2,5 km.) y Ródenas (7,5 km), a nuestro frente. La mañana es fría; sol y nubes. Quien ha sido previsor se abriga.
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Y tomamos el
camino cuesta abajo hacia el barranco Cardoso. Antes de introducirnos en la
zona más profunda y escarpada, seguimos rambla arriba una decena de metros hasta la escultura del Peruano, un bajorrelieve que tiene un estilo neoprecolombino.
Representa un tumi, un tipo de
cuchillo ceremonial usado por las
culturas del Antiguo Perú, cuyo remate es una divinidad inca,
posiblemente Inti, dios del sol. A los pies del tumi, en el lado derecho, hay
un jabalí y un ciervo; en el izquierdo, una serpiente enrollada a un arbusto.
Una corona semicircular formada con motivos florales y geométricos lo remata.
La figura es espectacular, tiene seis metros de alto por cuatro de ancho y la
esculpió el artista peruano Mauro Mistiano en la
década de 1980. Contemplarlo nos dejó a todos gratamente sorprendidos.
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Retrocedemos
sobre nuestros pasos para adentrarnos plenamente en el recorrido más
singular y abrupto del Cardoso, de unos 500 m de gran belleza. Apenas lleva
agua, pues recoge el agua de lluvia, pero esta ha excavado las paredes casi verticales de rodeno, tallando curiosas
formaciones; el lecho escalonado ha formado pequeñas pozas. En los riscos, se
aprecian los dormideros de los buitres. El cauce se abre en un prado
y la senda se dirige al cruce con el camino de Almohaja. Seguimos por la derecha en leve ascenso hasta alcanzar la
mayor altura del recorrido para bajar
entre campos de secano hasta las ruinas del castillo. El entorno
está acondicionado, hay un merendero bajo una gran carrasca. Comemos. Las nubes
paulatinamente van tornándose cada vez
más plomizas.
Las ruinas del castillo de los Ares se alzan sobre una plataforma rocosa. Se compone de dos recintos fortificados situados a distinto nivel con muros de piedra rojiza irregular, muy similar a la del castillo de Peracense. En el recinto inferior se conservan las ruinas de algunos torreones circulares y en el superior sobresale la torre semicircular de vigilancia. Durante el siglo XII defendía el señorío independiente de Albarracín del reino de Aragón, hasta su toma por Alfonso III en 1284. Para detener el estado de ruina progresiva se ha preparado una intervención de conservación con la colaboración del Parque Cultural de Albarracín, el Gobierno de Aragón y la Unión Europea que se espera llevar a cabo en el futuro. Veremos...
Seguimos ruta. Dejamos Pozondón a nuestra izquierda; sobre los tejados, destaca su robusta torre defensiva. Estamos en Ródenas: un café, una charradica. Pasear por sus calles y contemplar sus edificios construidos en piedra de rodeno le dan una carácter especial. Nos llaman la atención la forja de sus puertas y ventanas, las casonas señoriales, como las casas del Olmo y la de Julianes o el interesante aljibe de origen musulmán, la iglesia primitiva de la que solo se conservan dos capillas. En un espléndido prado junto a la casa de Olmo hay dos palomares del siglo XII-XIII, ejemplo de la arquitectura popular ligada a una actividad complementaria de la economía rural.
A escasos km, una pista nos acerca al castillo de Peracense, tan integrado en la arenisca roja que no se distingue qué parte corresponde a quién. Lloviznea. Son las últimas horas de la tarde. Algunos hacemos una visita rápida. La lluvia cada vez es más persistente. En el bar Ramiro tomamos el ultimo café. Ha dejado de llover. Nos despedimos. Sin prisa, regresamos. Un día agradable.
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Fotos de Hortensia, Gustavo y Pepe
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